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Braulio Jatar sobre su nuevo libro ‘El Efecto Lucifer’: “En Chile, muchos de los perpetradores no eran sádicos”

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La mirada de Braulio Jatar, abogado, editor y escritor chileno venezolano radicado en la Región metropolitana de Santiago, sobre la dictadura de Augusto Pinochet, abunda en cuestionamientos interesantes sobre el sentido de defensa de la patria.

Ese ángulo, tan polémico como necesario, destaca en El Efecto Lucifer, cuya lupa se posa eventos relacionados con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, momento en el que Chile se regía por una Constitución de 1925, rápidamente desplazada por el régimen militar que concentró los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

Fue, según el análisis de Jatar, este abrupto cambio institucional, el que creó un vacío legal que permitió la ejecución de acciones sin las restricciones típicas del Estado de derecho, preparando el escenario para «El Efecto Lucifer”.

Pinochet

Pero, ¿por qué este título? Porque se trata de una expresión acuñada por el psicólogo canadiense Philip Zimbardo, luego de los resultados obtenidos en un experimento conocido como “La Cárcel de Stafford” y que detalla como una persona normal y sin problemas puede estar perpetrando actos de maldad.

Estamos escribiendo un libro que explora las complejas experiencias humanas y las respuestas a las circunstancias extremas durante la dictadura de Pinochet en Chile. Para ofrecer una interpretación más amplia de estos eventos, hemos estado en contacto directo con personas que cumplen condenas por violar los derechos humanos durante ese período”, sostiene.

 

Jatar considera que el golpe o pronunciamiento militar -según a quien se le pregunte- llevó a la instauración de un Estado en guerra que operaba con una justicia militar en contra de quienes ‘actuaban contra los intereses de la patria’ y esto facilitó la represión. “Este sistema permitió procedimientos sumarios y extrajudiciales que resultaron en fusilamientos y desapariciones, eliminando a los ‘enemigos’ y manteniendo el control social”, recuerda.

La creencia en un enemigo común

Y entonces se refiere a un argumento de peso para su análisis: el enemigo en común.

“Muchos de los que participaron en el régimen lo hicieron bajo la convicción de que estaban luchando contra un enemigo que amenazaba la esencia misma de su patria. La violencia política de la izquierda y su verbo llamando al ‘combate’ encontraron respuesta: Gustavo Leigh Guzmán, uno de los principales instigadores del golpe, expresó la necesidad de ‘extirpar de raíz el marxismo’ en Chile”, precisa el autor.

“La certeza de un combatiente interno al acecho se entrelaza con un sentido del deber, llevando a muchos a cometer actos violentos. La convocatoria desde la cúpula gubernamental a una ‘guerra total’ también respondía a un temor a la subversión de una guerrilla al estilo castrista, lo que permitió, en la mente de unos cuantos, justificar una variedad de excesos”, añade.

El abogado evoca a la filósofa política Hannah Arendt, quien acuñó el término ‘la banalidad del mal’ para describir cómo las atrocidades pueden ser cometidas por individuos ordinarios que simplemente cumplen órdenes. “En Chile, muchos de los perpetradores no eran sádicos, sino personas comunes arrastradas por sus convicciones y las circunstancias, cumpliendo órdenes sin cuestionar las implicaciones éticas de sus actos”, recalca.

No obstante, para Jatar, en el contexto de represión violenta, algunos individuos encontraron una oportunidad para satisfacer impulsos oscuros. “El entorno de impunidad permitió que estos actuaran con crueldad espantosa, reflejando cómo las situaciones extremas pueden desencadenar tendencias destructivas”, señala.

Conmoción y pavor

El bombardeo del Palacio de La Moneda, con su bandera ardiendo, y la represión subsecuente, simbolizaron el inicio de una era de estremecimiento y terror que infiltra profundamente la psique nacional, recuerda Jatar, quien asegura que este ‘shock and awe’ paralizó a muchos y forzó a otros a aceptar la nueva realidad, justificando por un lado la represión y, por otro, silenciando a quienes estaban llamados a pronunciarse.

“Entender estas dinámicas desde una perspectiva humana y contextual no busca justificar las acciones perpetradas durante este período. Sin embargo, es crucial reconocer la complejidad de las motivaciones humanas y las presiones extremas bajo las cuales operaron. Al hacerlo, podemos ofrecer una narrativa más rica y realista que va más allá de la mera condena, ya que permite un espacio para una comprensión más profunda de los trágicos capítulos de nuestra historia, dejando abierta la pregunta: en esas circunstancias, ¿usted qué hubiera hecho?”, concluye.

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